¿Y si hablamos de violencia doméstica en hogares LGBTQ?
Dos casos recientes de menores abusados física, emocional y sexualmente dentro de familias homoparentales obligan a abrir el debate sobre un tema del que poco se habla.
Ilustración: Juan Ruiz @Jucaruiz
El 26 de noviembre de 2021, un niño de tan solo cinco años en Argentina fue asesinado brutalmente a golpes por su propia madre y por su pareja: dos mujeres que se denominan a sí mismas activistas del movimiento feminista y LGBTQ. Lucio Dupuy estaba bajo la custodia de su progenitora, Magdalena Espósito, quien vivía bajo el mismo techo con su novia, Abigail Páez. Un caso de violencia doméstica que la Fiscalía clasificó como “odio de género con el género masculino”, debido a que el niño fue sometido durante varios meses a torturas y agresiones sexuales por parte de la pareja.
Sobre su piel apagaban cigarrillos encendidos, lo hacían pasar hambre y frío como castigo, y fue privado de asistir en múltiples ocasiones al jardín infantil para cubrir sus golpes. Otros actos violentos fueron encontrados en un chat entre las dos mujeres, quienes inclusive llevaban al niño maltratado a las marchas abortistas con pañuelos verdes y banderas multicolor.
El menor recibió paulatinamente diferentes tipos de agravios, aunque lo que provocó su muerte fueron “múltiples lesiones en abdomen, tórax, espalda, piernas, brazos, rostro y cráneo; hematomas en espalda con marcas de zapatos, edema cerebral con enclavamiento asociados a dichos golpes violentos y rotura hepática y hemoperitoneo”, de acuerdo con el informe de medicina legal.
Estas dos mujeres están imputadas por homicidio calificado y abuso sexual gravemente ultrajante, delitos que preveen la pena de prisión perpetua, sentencia que pidió la Fiscalía de Argentina.
El abuso doméstico no tiene preferencia sexual
El caso de Lucio conmueve a cualquier persona; un niño que en silencio tuvo que soportar una vida de torturas por parte de su madre y de su pareja homosexual, a pesar de que Carlos Dupuy, su padre, estuvo por un largo periodo de tiempo intentando recuperar a su hijo en una batalla legal que no pudo ganar.
Este crimen deja al descubierto un tema que parece pasar desapercibido en medio de los discursos políticamente correctos y debidamente manipulados por la cultura occidental: ¿Es la violencia doméstica un problema exclusivo de las familias heterosexuales? Mucho se habla de esta problemática en general, pero poco sobre lo que pasa dentro de los hogares LGBTQ.
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La violencia contra los niños, niñas y adolescentes está generalizada en todos los países de América Latina y el Caribe. Así lo revela el informe ‘Violencia contra niños, niñas y adolescentes en América Latina y el Caribe 2015-2021’ de Unicef, que destaca la frecuencia con la que la violencia física, emocional y sexual contra la niñez ocurre en el hogar, en las escuelas, en la comunidad y en línea.
Entre los datos más relevantes del informe, los investigadores resaltaron que la violencia física es el tipo de violencia más frecuente en países como Argentina, Colombia, El Salvador, Haití y Honduras, seguida por la violencia sexual.
Fuente: ‘Violencia contra niños, niñas y adolescentes en América Latina y el Caribe 2015-2021’ de Unicef.
En los diferentes países de la región, los hombres (niños de 1 a 14 años) reciben mayor maltrato físico en comparación con el de las mujeres. Argentina, país en donde ocurrió el crimen de Lucio, tiene el mayor índice de castigos físicos severos hacia niños varones.
Maltratos como los que vivió Lucio Dupuy, revelan a lo que estas estadísticas apuntan. La violencia de género no solo ocurre hacia el género femenino, los perpetradores también pueden ser mujeres y al abusador o abusadora no lo protege su inclinación sexual. El dictamen fiscal que fue vital para imputar a Magdalena Espósito y Abigail Páez, lo dejó claro: “A raíz de las lesiones de la parte genital del niño, se determina la existencia de un crimen por odio por las características de Lucio perteneciente al género masculino”.
Llama la atención descubrir que hay pocos datos oficiales que clasifiquen la violencia entre hogares heteroparentales y homoparentales. No obstante, las denuncias de abusos dentro de familias con padres parte de la comunidad multicolor, han venido en aumento en los últimos años.
«Argentina, país en donde ocurrió el crimen de Lucio, tiene el mayor índice de castigos físicos severos hacia niños varones en Latinoamérica y el Caribe»
Otro caso que tiene en alerta a las autoridades es el de una adinerada pareja estadounidense de activistas LGBTQ, acusada de sodomizar a sus hijos adoptivos que ahora tienen 9 y 11 años, y distribuir pornografía infantil «casera» del abuso sexual al que eran sometidos. Los padres adoptivos William Dale Zulock Jr., de 33 años, y Zachary Jacoby Zulock, de 35 años, fueron acusados en 2022 por un gran tribunal por cargos de incesto, sodomía agravada, abuso sexual infantil agravado, delito grave de explotación sexual de niños y delito grave de prostitución de un menor.
A pesar de que esta investigación se convirtió en su momento en noticia nacional, poco duró en el radar de los medios de comunicación, que promocionaban a todo dar a los sospechosos por hacer parte de la campaña de odio contra homosexuales llamada «#NOH8».
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Las denuncias de violencia doméstica en hogares LGBTQ parecen ser manejadas con perfiles bajos y silencios mediáticos. Encontramos que un solo medio de comunicación sigue el caso penal de la familia Zulock en Georgia, llamado “Townhall». “Los hombres casados no solo supuestamente violaron a los dos niños que fueron adoptados a través de una agencia de adopción para personas con necesidades especiales, sino que estaban practicando proxenetismo con sus hijos, ofreciéndolos a pedófilos cercanos en los suburbios del área de Atlanta”, denuncian desde Townhall.
Como el caso de Lucio o el de las víctimas de William Dale Zulock y Zachary Jacoby Zulock, hay muchos niños y niñas viviendo bajo el techo de familias violentas, ocultas y cuya “diversidad” no necesariamente les brinda “seguridad”. El hogar sigue siendo uno de los espacios más inseguros para los menores, independientemente de la preferencia sexual de los padres.
Solo en 2019, de acuerdo con Childhelp, organización estadounidense sin fines de lucro dedicada a la prevención y el tratamiento del abuso infantil, más de 656 mil niños fueron víctimas de maltrato infantil y un total de 1.840 menores murieron como resultado de abuso y negligencia;un promedio de cinco niños por día.
¿Cuántos de estos niños serán hijos de padres de la comunidad LGBTQ? ¿Qué tan riguroso está siendo el proceso de adopción para parejas homosexuales, para que crímenes como el de los Zulock no se sigan replicando? ¿Por qué no se habla del hecho de que la misma violencia que puede causar una madre o un padre heterosexual, la puede infringir una persona homosexual, transexual, y de cualquier inclinación? Aunque las cifras siguen siendo genéricas e inconclusas, lo que pasó en Argentina y Estados Unidos deja ver el lado oscuro de la cara multicolor que muestra el movimiento LGBTQ.
«Los hombres casados no solo supuestamente violaron a los niños, sino que estaban ofreciéndolos a pedófilos cercanos en los suburbios del área de Atlanta»
Townhall – Medio de comunicación independiente
Violencia entre parejas multicolor
El silencio aparente frente a la violencia que se sufre en hogares conformados por parejas del mismo sexo, es más realidad que mito. Aunque las cifras de violencia doméstica contra mujeres heterosexuales es de las más altas, la violencia doméstica entre parejas también ocurre en las relaciones LGBTQ en tasas similares o más altas que en la población general.
“Sabemos que las cifras son astronómicas: a nivel nacional, una de cada tres mujeres y uno de cada cuatro hombres son víctimas de violencia doméstica en algún momento de su vida y el impacto puede ser duradero y devastador. Sin embargo, a menudo se sabe o se habla muy poco sobre la violencia doméstica en las relaciones LGBTQ”, advierten desde Humans Rights Campaign, organización americana en pro de los derechos de la comunidad LGBTQ.
Una encuesta del Centro Nacional de Información Biotecnológica, publicado en la Biblioteca Nacional de Medicina estadounidense, encontró que las tasas de agresiones fisicas y sexuales entre parejas del mismo sexo son sustancialmente más altas que entre hombres y mujeres heterosexuales. “Las estimaciones de prevalencia fueron del 34% para el maltrato psicológico/simbólico, del 22% para el maltrato físico y del 5% para el maltrato sexual”, informaron.
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Casi todos los hombres homosexuales víctimas de violación, violencia física y/o acoso por parte de una pareja íntima, informó que su perpetrador era del mismo sexo, según otra encuesta del Centro de Control de Enfermedades estadounidense (CDC) en 2017. Asímismo, “la mayoría de las lesbianas víctimas de violación, violencia física y/o acoso por parte de una pareja íntima informaron que su perpetrador era mujer”, reveló el informe.
Así como sucede entre hombres y mujeres en relaciones del mismo sexo, también hay hallazgos de altas tasas de violencia entre personas transgénero. Todo esto desafía la percepción cultural que se tiene de que tal violencia afecta casi que exclusivamente a mujeres heterosexuales con abusadores de género masculino.
Proteger a todos sin importar de dónde viene el abuso
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), la violencia contra los niños es un problema con múltiples facetas y causas a nivel individual, en las relaciones cercanas, en la comunidad y en la sociedad. Entre algunos de los principales factores de riesgo están “aspectos biológicos y personales como el sexo y la edad, discapacidad o problemas de salud mental, historial de exposición a la violencia, separación familiar y muestras de violencia entre padres o cuidadores”.
Las agencias de adopción, los estados y las entidades encargadas de decidir dónde y con quién vivirán los niños y niñas, deben tomarse muy en serio su papel. Dejarse llevar por la corriente de cualquier tipo de ideología dejará víctimas inocentes y culpables que buscan cobijarse bajo sus causas volátiles.
Carlos Dupuy, padre de Lucio, intentó de muchas formas recuperar su custodia. En medio de abogados, lo veía asiduamente y por videollamadas. Esta batalla legal hizo que el pequeño saltara de casa en casa sin que nadie advirtiera su vulnerabilidad y el peligro inminente al que sería expuesto a manos de su propia madre.
Lucio comenzó a ver su final en enero del 2020, casi dos años antes de su muerte, cuando Magdalena Espósito reclamó nuevamente la tenencia del niño. Su explicación ante la justicia fue que había formado una familia con una mujer y que había comenzado un “prometedor” emprendimiento de venta de tortas. También aseguró que había alquilado un departamento y que su vida “estaba mejorando”, razón por la cual podía darle un hogar digno a su hijo.
Esa misma dignidad y seguridad que apeló Espósito ante el juzgado de familia argentino, fueron las que le arrebataron violentamente al pequeño Lucio estas dos mujeres, al tiempo que levantaban banderas del orgullo LBGTQ contra la violencia del “heteropatriarcado”.
Si con frecuencia el maltrato infantil queda oculto y repetidamente desatendido, ¿qué se podría esperar del mismo tipo de violencia, pero a mano de abusadores que se disfrazan de víctimas activistas? “Solo una parte de los niños que son víctima de malos tratos recibe en algún momento el apoyo de profesionales de la salud”, expone la OMS.
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Es importante aclarar que el hecho de que algunos individuos que pertenecen a la comunidad LGTBQ tienen inclinaciones violentas hacia los niños y niñas o con sus parejas, no implica que todos hagan parte de este grupo. “Un homosexual no puede ser considerado automáticamente un abusador de niños”, dijo Judith Reisman, expresidenta del Instituto para la Educación en Medios en los suburbios de Louisville, Kentucky.
Esta autora norteamericana, investigadora social y reconocida estudiosa del comportamiento sexual por más de dos décadas, en su trabajo publicado Crafting Gay Children en 2001, señala cifras de un estudio de población de 1991 realizado por el Departamento de Comercio de EE.UU.
«Ocho millones de niñas fueron abusadas a los 18 años por hombres heterosexuales, una proporción de 1 víctima por 11 hombres adultos. Sin embargo, 6-8 millones de niños fueron abusados a los 18 años por 1-2 millones de homosexuales adultos, una proporción de 3-5 víctimas por cada adulto gay».
De acuerdo con esta experta, en ese caso en especifico, «aunque los heterosexuales excedieron a los homosexuales en una proporción de 44 a 1, el número de homosexuales abusadores infantiles podría ser hasta 40 veces mayor que el de los heterosexuales».
Reisman aclara que aunque no todos los homosexuales son pedófilos, estadísticamente los niños corren más riesgo de ser víctimas de abuso con homosexuales que con heterosexuales. Sin la más mínima intención de estigmatizar o poner el dedo sobre una llaga que pareciera no poder sanar, visibilizar estos casos resulta vital para poner en una balanza un tema que depende constantemente de lo que está o no políticamente correcto decir o hacer, a los ojos de una sociedad ideologizada por el progresismo.
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