Una mente contaminada por la pornografía
Los efectos de la dependencia a la pornografía son igualmente devastadores y peligrosos que los que enfrenta alguien adicto a las drogas. La salud mental, emocional, la sexualidad y las relaciones interpersonales son algunas de las áreas que la industria pornográfica distorsiona desde edades muy tempranas.
Ilustracion: Juan Ruiz @Jucaruiz
“A medida que mi consumo de pornografía continuaba, me di cuenta de cómo estaba afectando mi percepción de las relaciones sexuales. Me había condicionado a ver el sexo a través de un lente distorsionado, donde la satisfacción propia era lo más importante y las necesidades y deseos de mi pareja a menudo se pasaban por alto. Me encontré en un ciclo en donde, en lugar de buscar intimidad con mi pareja, me resultaba más fácil ver pornografía y satisfacer mis propias necesidades. Esta realidad me llevó a cerrar puertas emocionales y a establecer barreras, especialmente cuando sentía que mi pareja no se esforzaba por satisfacerme sexualmente en la forma en que lo hacía la pornografía”.
Pablo* es un contador mexicano que decidió contarnos su verdad sobre cómo fue víctima de la industria pornográfica durante los más de 13 años que duró consumiéndola. Empezó desde los 16 hasta los 29 años, así que su adicción formó parte, en gran medida, de su adolescencia y adultez. Incluso después de haber dejado el consumo de pornografía, Pablo confiesa que su adicción le trajo como consecuencia problemas para relacionarse y para establecer conexiones reales con las personas.
La experiencia de Pablo* con su pasada adicción, sin embargo, es la realidad de miles de hombres y mujeres en el mundo. Según datos de Statista, más de 134 mil personas ven pornografía por minuto en Pornhub, una de las páginas más conocidas de contenido pornográfico. También se estima que solo en Estados Unidos, aproximadamente 40 millones de adultos visitan regularmente sitios web de pornografía, de los cuales el 10 % admiten tener una adicción.
Hay otros datos que llaman la atención: aunque se piensa que la pornografía es consumida principalmente por hombres, se ha descubierto que el 17 % de todas las mujeres en Norteamérica luchan contra la adicción a la pornografía. Actualmente, uno de cada tres visitantes de todos los sitios web para adultos es una mujer. Así también lo ha confesado la reconocida cantante Billie Eilish, de 20 años, quien ha compartido públicamente el impacto negativo que tuvo el porno en su vida. Eilish se refirió a esta adicción como «una desgracia», y dijo haber estado expuesta a imágenes violentas y abusivas cuando comenzó a consumir ese tipo de contenido a los 11 años.
“Cuando era menor accidentalmente encontré pornografía en el teléfono de alguien y empecé a consumirla con mayor frecuencia. La pornografía se convirtió en algo adictivo y más tarde tuvo un impacto perjudicial en mis relaciones. Además, creó una imagen distorsionada de la sexualidad cuando no estaba ni siquiera preparada para experimentarla”, dijo la artista en una de sus entrevistas.
Todo este panorama deja al descubierto preguntas que vale la pena intentar resolver: ¿Cuáles son los verdaderos alcances de la pornografía? ¿Cómo este contenido puede afectar la sexualidad humana, la autoestima, la intimidad emocional y la salud mental? ¿Existe un vínculo entre la pornografía y la violencia sexual? ¿Por qué algo que científicamente resulta nocivo para la salud integral del ser humano está tan normalizado?
El fenómeno de la pornografía
La pornografía ha estado presente en Internet desde los primeros días de la red. No obstante, su popularidad y el fácil acceso a ella aumentó a medida que la tecnología evolucionó y los proveedores de servicios de Internet comenzaron a ofrecer conexiones de alta velocidad. Así las cosas, la pornografía en línea se convirtió en una industria multimillonaria en constante crecimiento desde mediados de los años 90.
Según investigaciones psiquiátricas, la adicción a la pornografía o el uso problemático de la misma se ha convertido en un tema de gran preocupación. Se ha encontrado, por ejemplo, que hasta el 65 % de los hombres adultos jóvenes y el 18 % de las mujeres jóvenes en Estados Unidos ven pornografía al menos una vez a la semana, aunque se estima que estas cifras pueden ser bastante mayores.
(Te puede interesar: La red pedófila global que el cine progre parece encubrir)
“Las personas que desarrollan una adicción pasan cada vez más tiempo usando pornografía y, a menudo, progresan a material más extremo a pesar de las consecuencias negativas, que pueden incluir la incapacidad de tener relaciones sexuales con una persona real, autolesionarse, problemas de relaciones interpersonales, impacto adverso en las finanzas u ocupación e infidelidad”, aseguran desde la Consejería Estudiantil de la Universidad de Texas en Dallas (EE. UU.), en donde ofrecen programas de ayuda para jóvenes con adicción a la pornografía y/o adicción al sexo.
Pero este material sexualmente explícito no sólo afecta a personas adultas. La creciente exposición de menores de edad a la pornografía en Internet también contribuye al aumento de la adicción. Las restricciones de edad en los sitios de pornografía, a menudo, consisten en no más que un “botón” para hacer click y afirmar tener 18 años o más. Estudios soportan que actualmente la edad promedio de la primera exposición a material pornográfico es de 14 años; y hasta el 93 % de los niños y el 62 % de las niñas ven pornografía por primera vez antes de cumplir los 18 años.
La exposición temprana a la pornografía se correlaciona con un mayor uso y una potencial adicción a la pornografía más adelante en la vida. Esta situación es especialmente preocupante debido a que el contenido pornográfico en línea presenta imágenes distorsionadas, falsas y, en muchas ocasiones, violentas de la sexualidad.
¿Qué hace la pornografía en tu cerebro?
A pesar de la normalización del consumo de material pornográfico, los impactos cerebrales y biológicos que experimenta la mente humana cuando está expuesta a la pornografía son reales y potencialmente igual de devastadores y peligrosos que los que enfrenta alguien adicto a las drogas.
La doctora Valerie Voon, experta en adicciones y destacada investigadora en el campo de la neurociencia en la Universidad de Cambridge (Inglaterra), decidió analizar, junto con un grupo de investigadores, lo que sucede en el cerebro de las personas adictas a la pornografía y comparar los resultados con individuos que no luchan contra la misma adicción. A través de un escáner de resonancia magnética, Voon monitoreó sus actividades cerebrales al momento de estar expuestos a contenido pornográfico.
El estudio pretendía encontrar las diferencias en la actividad cerebral entre personas que tienen un comportamiento sexual compulsivo (CBS) y las que no. “Si comparamos esta situación con la dependencia a las sustancias, funciona de manera similar: un adicto busca drogas porque las necesita, no necesariamente porque las disfrute. Los adictos experimentan una disminución significativa en su interés y placer”, asegura Voon.
Un descubrimiento convincente de este estudio es que aquellos que tienen un consumo compulsivo de pornografía anhelan más pornografía (un aumento en el deseo), pero no necesariamente tienen un mayor deseo sexual (un mayor gusto) en comparación con aquellos que no consumen pornografía.
“La disociación entre el deseo y el gusto es consistente con las teorías de la motivación de incentivos que subyacen al comportamiento sexual compulsivo (CBS), como en las adicciones a las drogas”, se lee en la investigación. Este descubrimiento se ajusta perfectamente a la definición actual de adicción y desacredita el mito de que un «deseo sexual elevado» es lo que impulsa el consumo compulsivo de pornografía.
En estos resultados, por ejemplo, se pueden ver imágenes cerebrales llamadas «glass brains» o «cerebros de cristal», y cortes coronales que muestran los efectos en diferentes grupos de los siguientes contrastes: explícito-excitante (izquierda, fila superior), erótico-excitante (centro, fila del medio) y dinero-excitante (derecha, fila inferior).
“La participación sexual excesiva o problemática, que se ha denominado comportamiento sexual compulsivo (CSB), trastorno de hipersexualidad o adicción sexual, es una entidad clínica relativamente común que puede tener consecuencias significativas para la salud mental y física. La CSB puede estar asociada con una angustia significativa, sentimientos de vergüenza y disfunción psicosocial”, aseguran estos investigadores en su estudio.
La investigación además apuntó que los sujetos con CSB tienen mayores deficiencias de excitación sexual y dificultades de erección en las relaciones íntimas, pero no con materiales sexualmente explícitos. Esto quiere decir que su “deseo” es dependiente de la pornografía que consumen, más no porque venga de un genuino deseo sexual. Expertos también sugieren que la exposición continua a la pornografía, igualmente, puede alterar los circuitos cerebrales relacionados con la recompensa, la motivación y la toma de decisiones.
«Así que solo vi porno. No sé cuándo fue la última vez porque no he hecho un seguimiento. No he tenido muchos impulsos sexuales últimamente y dejar la pornografía definitivamente ayudó. Pero sobre todo porque era adicta. Y pensé que lo necesitaba. Y al igual que cualquier otra adicción, creo que desarrollas tolerancia y adicción a la pornografía. Entonces, como los cigarrillos o la metanfetamina o el alcohol, si no obtiene su dosis, obtendrás abstinencia», confiesa Dane Holmes, una internauta que decidió compartir su testimonio sobre cómo ha sido su travesía para superar la adición a la pornografía.
Una sexualidad distorsionada
“La visualización de estos contenidos sexuales puede repercutir negativamente en determinados aspectos de la salud sexual. Una gran cantidad de investigaciones indican que el uso de pornografía está asociado con mayores prácticas sexuales inseguras y con tener más parejas sexuales”, dijo la psicóloga estadounidense Elizabeth M Morgan, autora de otro estudio científico que analizó los niveles de uso de material sexualmente explícito (SEM) durante la adolescencia y la edad adulta temprana.
Como en el testimonio de Pablo*, la ciencia soporta que la pornografía puede tener efectos adversos autopercibidos, siendo algunos de ellos la necesidad de una estimulación más larga (12 %), más estímulos sexuales (17,6 %) para alcanzar el orgasmo y una disminución en la satisfacción sexual (24,5 %). El acceso constante a la pornografía resulta en un impacto negativo en la respuesta sexual de los individuos, aunque en particular en los hombres, lo que puede llevar a inseguridades y dificultades para tener relaciones sexuales saludables.
(Te puede interesar: Así funciona el plan globalista para abolir la familia)
Por otra parte, contrario a lo que los defensores de la llamada Educación Sexual Integral (ESI) promueven, asegurando que incluso menores de edad deben exponerse desde edades tempranas a la pornografía para “descubrirse” y aprender a “masturbarse” y a tener sexo anal, la exposición a material sexualmente explícito tiene serios efectos en las relaciones entre adolescentes, la salud mental y el desempeño sexual, así como en el desarrollo psicosocial durante la infancia y la adolescencia.
Porno y violencia sexual
María Sharpe, directora ejecutiva en The Reward Foundation, una organización benéfica educativa pionera que analiza la ciencia detrás del sexo y las relaciones amorosas, publicó un artículo sobre el uso problemático de la pornografía, en donde advierte que existe una relación perfectamente sincronizada entre el consumo excesivo de pornografía y la violencia sexual, especialmente contra mujeres y niños.
El estudio de Sharpe asegura que, por ejemplo, en Inglaterra y Gales entre 2012 y 2016, hubo un aumento del 78 % en los casos de abuso sexual hacia niños, según denuncias de la Policía. En Escocia, en el mismo período, hubo un aumento del 34 % en este tipo de delitos, lo que llevó al Procurador General en Escocia a establecer un grupo de expertos para investigar las causas. En su informe publicado en enero de 2020, los investigadores explicaron que “la exposición a la pornografía se identifica cada vez más como un factor que contribuye a la aparición de comportamientos sexuales nocivos”.
Esta correlación, sin embargo, no es algo nuevo. Ted Bundy, uno de los asesinos en serie y violadores más siniestros de Estados Unidos durante la década de 1970, fue interrogado por el Dr. James Dobson, fundador de la organización Enfoque a la Familia, la noche anterior a su ejecución. En la conversación, Bundy habló sobre los impactos del consumo excesivo de pornografía en su vida. Su adicción a la pornografía, de acuerdo con su testimonio, contribuyó a su desarrollo delincuente y contribuyó a su comportamiento violento.
«Seguía buscando tipos de material más potentes, más explícitos y más gráficos. Como una adicción, sigues deseando algo que es más difícil, algo que te da una mayor sensación de emoción hasta que la pornografía solo llega hasta cierto punto», fueron las palabras de Bundy.
Para niños y hombres que tienen una masculinidad hostil (actitud dominante hacia las mujeres) y promiscuidad sexual (participar en actos sexuales impersonales), el consumo de pornografía puede intensificar el riesgo de violencia sexual. De igual manera, la adicción a la pornografía a menudo coexiste con otros trastornos mentales que pueden dar lugar a un comportamiento violento. Cualquier tipo de pornografía pero en especial la violenta, sumada a una educación sexual deficiente que promueva la normalización de este contenido en lugar de advertir sobre los peligros mentales y físicos del mismo, pueden contribuir al aumento de delitos sexuales.
Otros efectos de la pornografía
Save the Children, una organización española en defensa de niños y niñas víctimas de violencia, advierte que los contenidos pornográficos tienen un fuerte impacto en el desarrollo de los jóvenes y en la forma en la que viven sus relaciones. Según una encuesta realizada en 2020, el 52,1 % de los jóvenes que ven pornografía en este país frecuentemente confirma que esta le ha influido “mucho o bastante” en sus relaciones interpersonales y sexuales.
Fuente de imagen: Statista
Un porcentaje alto de los adolescentes encuestados igualmente reconocieron prácticas que fomentan la desigualdad, la violencia y conductas de riesgo en la pornografía, pues “el descubrimiento de las relaciones sexuales se mueve entre el escenario físico y el virtual”, asegura el informe.
Diferentes organizaciones en defensa y protección de víctimas de trata de personas, entre ellos niños y niñas, constantemente están señalando los peligros que representa la industria pornográfica no solo hacia quien la consume, sino para las personas explotadas que a menudo están detrás de la pantalla. “Algunos traficantes toman fotos pornográficas de las víctimas como medio de control, amenazando con avergonzarlos exponiendo las fotos a sus familias. Luego, los traficantes venden el contenido subiéndolo a sitios pornográficos y, al mismo tiempo, explotan a las víctimas a través de la prostitución”, denuncian desde Exodus Road.
En otros casos, de acuerdo con esta organización que lucha contra la esclavitud sexual, los sobrevivientes son explotados únicamente con el fin de producir pornografía. “Si un menor está involucrado en una actividad sexual comercial, se clasifica como trata de personas, sin duda ni excepción. Esto significa explotación a través del abuso sexual infantil”, agregan.
(Te puede interesar: El movimiento de trans arrepentidos del que poco se habla)
Limitar el acceso de los más jóvenes a la pornografía, para que no desarrollen una adicción que pueda llevarlos a consecuencias serias en diferentes áreas de su vida en un futuro cercano y/o lejano, es una advertencia que como sociedad se debe tomar con seriedad, aunque en especial por parte de los padres de familia.
Consumir pornografía también es hacer parte de una industria que trafica con menores de edad, que prostituye mujeres y hombres alrededor del mundo, y que esclaviza a seres humanos y vulnera los derechos de miles de personas que seguramente en algún momento también pensaron, como quizás lo pueda estar haciendo usted como lector, que la pornografía es algo normal, inofensivo y aceptable.
*El nombre del entrevistado fue modificado para proteger su identidad, a previa solicitud del mismo.