+ Abortos = menos pobres y mayores recursos para países ricos
El feminismo ha sido el medio más efectivo -y mejor financiado- para impulsar una agenda de control poblacional a gran escala.
Ilustración: Juan Ruiz @Jucaruiz
La mayoría de los puntos de servicio nacionales e internacionales de la International Planned Parenthood Federation (IPPF), la principal red de clínicas pro aborto del mundo, operan en áreas rurales y periféricas. Sin embargo, la lupa está principalmente en África y Latinoamérica, dos de las cuatro regiones más pobladas – y pobres – del mundo, y en donde se ha hecho un lobby abortista millonario desde hace décadas. No es coincidencia que el hemisferio occidental y los países africanos estén recibiendo la mayor cantidad de subsidios por parte de esta corporación para impulsar asistencia técnica y servicios relacionados con el aborto.
Con los más de 500 millones de dólares que la IPPF recibe anualmente de los contribuyentes, según sus mismos reportes financieros, ha podido darse el lujo de financiar el aborto en 16 países latinoamericanos: Colombia, Argentina, Ecuador, Perú, Honduras, Guatemala, Costa Rica, Bolivia, Nicaragua, El Salvador, Chile, Uruguay, Paraguay, Venezuela, República Dominicana y Brasil. Esto es lo que esta red de clínicas llama “países de enfoque”, en donde ha invertido más de 123 millones de dólares entre 2008 y 2016.
Para 2015, el presupuesto nacional recibido por esta organización fue de 1,300 millones de dólares. Por ley, este dinero del gobierno no puede destinarse directamente a abortos. Pero, al subsidiar las operaciones de la organización, se utiliza para todo lo que hacen, incluida la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) y la financiación de sus aliados.
Las cifras más recientes que se pueden conocer públicamente sobre las finanzas de la IPPF lamentablemente datan hasta el 2016, fecha en donde bajo la administración de Donald Trump se prohibió a las clínicas referir mujeres para practicarse abortos y el gobierno americano cortó considerablemente el presupuesto nacional destinado para Planned Parenthood.
Sin embargo, la inversión millonaria de hace seis años muestra la prioridad estratégica que el movimiento abortista ha impuesto sobre estos territorios, quienes han venido cediendo como resultado del dinero inyectado en sus Asociaciones Miembros. En la lista de las organizaciones beneficiadas para promover el aborto, los cinco países latinoamericanos que más recibieron dinero en efectivo fueron Colombia, Perú, Bolivia, México y República Dominicana.
A través de la clínica privada Profamilia, por ejemplo, Colombia recibió más de cuatro millones de dólares en 2016. Otros grupos feministas colombianos que se nutren cada año con efectivo donado de la IPPF son las famosas Católicas por el Derecho a Decidir, Fundación Oriéntame y Fundación Educación para la Salud Reproductiva.
En Perú, para ese mismo año, Planned Parenthood invirtió alrededor de dos millones y medio de dólares por medio del Instituto Peruano de Paternidad Responsable y Centro de la Mujer Peruana Flora Tristán. Por su parte, el Centro de Investigación, Educación y Servicios boliviano, así como la Fundación Mexicana para la Planificación Familiar, recibieron casi cinco millones de dólares para servicios relacionados con el aborto en ambos países.
Los benefactores y su influencia
Lo que hay es mucho dinero y fundamentalmente órdenes políticas de organismos internacionales y elites poderosas que abultan los bolsillos de Planned Parenthood, quien a su vez invierte en clínicas propias y aliadas para promover el aborto a gran escala.
Entre las más de 40 organizaciones multilaterales que donaron más de 35 millones de dólares en 2016 están, por ejemplo, la Fundación Bill y Melinda Gates, la Fundación Ford, la Organización Mundial de la Salud (OMS), Naciones Unidas (ONU), la Comisión Europea y el multimillonario George Soros, mediante su famosa ONG Open Society, que, entre otras cosas, financia medios de comunicación independientes y movimientos sociales alineados al progresismo.
De hecho, fue Open Society, a través de redes sociales, quien se atribuyó la ‘victoria’ de la reciente decisión de la Corte Constitucional de Colombia, en donde se dio luz verde al aborto hasta los seis meses de embarazo. Y con toda razón, pues fue a través del movimiento feminista Causa Justa –financiados por Open Society– que se puso la demanda que terminó en dicha sentencia.
“Esta es una gran victoria para los derechos de las mujeres en Colombia, liderada por nuestro beneficiario @mujeresenlace con @causajustaco. Los derechos reproductivos, incluido el acceso seguro y legal al aborto, son un componente esencial de una sociedad abierta”
Publicación de Open Society en Twitter el pasado 22 de febrero de 2022.
Pero Colombia no es la excepción, sino, en cambio, la continuación de lo que ya ha pasado en otros países latinoamericanos como Argentina y México, en donde el aborto se despenaliza vía judicial, así la sociedad no lo apruebe. Al final no es una necesidad o un reclamo de “derechos sexuales y reproductivos” sino una presión impuesta y, sobre todo, bien financiada.
La agenda detrás de la “imparable marea verde”
El auge de la causa abortista de los últimos años impulsada por grupos feministas y pañuelos verdes no es espontáneo. La mayoría de las organizaciones que defienden el aborto alrededor del mundo y que, a su vez, han sido promotoras de las estrategias que legalizan y normalizan esta práctica en decenas de países, son promocionadas con poder financiero internacional y acogidas políticamente por una agenda globalista que busca reducir la natalidad. Vayámonos 50 años atrás para poderlo entender.
En 1970, el presidente estadounidense Richard Nixon, quien ganó las elecciones con el apoyo de la familia Rockefeller, creó la Comisión sobre el Crecimiento de la Población y el Futuro. A cargo de esta comisión puso a un hombre llamado John D. Rockefeller, quien en 1972 publicó el famoso Informe Rockefeller. En este documento se le advierte al gobierno norteamericano sobre la necesidad de controlar la natalidad en el mundo. Se destaca la necesidad de aplicar métodos anticonceptivos “más eficaces” y, aunque el aborto no era socialmente aceptado para esa época, se pedía la creación de “un marco claro y positivo para la práctica del aborto”.
Rockefeller aseguró que la única manera era modificar los valores de la población, enseñando que solamente las vidas deseadas debían ser traídas al mundo. Es decir, se proponía imponer un nuevo sistema ético que permitiera legalizar el aborto y, de paso, normalizar su práctica. En medio de la polémica, Planned Parenthood abrió su primera clínica de largo alcance en Nueva York con dinero de la Fundación Rockefeller.
Dos años más tarde, el secretario de los Estados Unidos, Henry Kissinger, redactó otro polémico informe que trata el crecimiento poblacional como un tema de “seguridad nacional” y de gran interés económico, migratorio y ambiental. El problema: entre más se reprodujeran los países pobres habría más consumo de recursos naturales que los países ricos y poderosos necesitaban, así como más presiones migratorias y contaminación.
¿Cómo llegamos hasta acá?
La conclusión fue que Estados Unidos se debía poner en frente de campañas por el aborto no solo en su país sino alrededor del mundo, pues resulta imposible reducir la natalidad sin recurrir a esta práctica. Dos décadas más tarde, mientras el tema avanzaba sigilosamente, otra conferencia global de población, en 1994, en El Cairo (Egipto), acordó limitar el crecimiento poblacional y legalizar el aborto a más tardar para 2015.
Pese a grandes esfuerzos, muchos de los países no lograron esa meta y es justo desde ese mismo año en donde se comienza a mover con mayor fuerza el tema a través de subsidios, becas y financiamiento desbordado a quienes apoyaran e impulsan la legalización del aborto. En el 2018 se crea la agenda 2030 de Naciones Unidas con 17 objetivos, cuatro de ellos enfocados en el tema.
El discurso pro-aborto ha permeado tanto a la sociedad, que incluso grandes multinacionales y empresarios se han mostrado solidarios con su causa. Pero no porque realmente sientan empatía, sino porque literalmente no les conviene.
En el 2019, altos ejecutivos de más de 180 compañías como Tinder, H&M, Twitter, VICE Media, Bloomberg y Zoom Inc., entre otros, aparecieron en la portada de The New York Times con una carta firmada que declaraba la importancia de que las empresas defendieran “la salud reproductiva”. Literalmente dijeron que restringir el aborto era malo para sus negocios. Pero, ¿por qué esto les beneficia? Porque entre menos abortos, más población, más consumo de recursos, más contaminación y menos desarrollo de la economía.
Todo este recuento para apuntar a que el aborto no parece ser una victoria del feminismo, sino el cumplimiento de una agenda de control demográfico global que utiliza y financia a movimientos, organizaciones, clínicas y medios de comunicación para sus propósitos.
¿No es esta agenda impuesta, a través del discurso de la maternidad deseada, lo que impulsa el aborto hasta hoy? Aproximadamente 61% de los embarazos no deseados terminan en aborto, el negocio multimillonario en donde la mujer y la supuesta defensa de sus derechos parece ser solo un buen discurso.
Además, estadísticamente, las niñas tienen el doble de probabilidad de ser abortadas y el aborto selectivo es real, sexista y doloroso. Mientras tanto, las mujeres que deciden terminar su embarazo y a quienes se les hace pensar que están ganando una “revolución”, tienen un 81% más riesgos de padecer trastornos mentales y seis veces más probabilidades de cometer suicidio.
Esta es una investigación de dos partes publicada por Desencaje sobre el multimillonario negocio detrás del aborto en el mundo. Si desea leer la primera parte, haga click aquí.
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