El movimiento de trans arrepentidos del que poco se habla
El daño en la salud mental, física y emocional que trae la ideologizada prescripción de hormonas y cirugías de mutilación de genitales sanos en personas que sufren de disforia de género, está llevando a muchos trans a ‘detransicionar’ y abrazar la realidad de su sexo biológico.
Ilustración: Juan Ruiz @Jucaruiz
A Susana Domínguez, una joven en España, le extirparon los pechos y el útero sin supervisión psiquiátrica cuando tenía solo 15 años. Los especialistas que estuvieron a cargo de la intervención no detectaron su condición de autismo. Seis años después, a los 21 años, Susana Domínguez reconoció que tanto ella como su psicólogo cometieron un grave error: ella estaba convencida de que “estaba atrapada en el cuerpo equivocado” y él aprobó una decisión que le cambió la vida, a pesar de que al momento de hacerlo la adolescente estaba diagnosticada con depresión y trastorno esquizoide.
En sus palabras se puede sentir el daño irreversible: «Me arruinaron la vida», le dijo Susana al periódico El Mundo en febrero de 2023, cuando se conoció que era la primera persona en el país europeo en interponer una denuncia sobre un diagnóstico incorrecto de disforia de género. La acción legal que realizó esta mujer “es el paso previo a una potencial demanda en los tribunales y se funda en la obligación del Estado y de sus médicos y facultativos, de proteger la salud de los ciudadanos y no causarles daños innecesarios”, señalaron desde este medio.
Pese a no haber recibido acompañamiento psicológico durante su proceso de transición de género, Susana y su madre no han dejado de buscar ayuda después de las graves consecuencias de dichos procedimientos, entre las cuales también está el haber sufrido varios intentos de suicidio. «¿Cómo me dejaron hacer eso? ¿Cómo podía estar segura de lo que quería?«, reclamó Susana, quien igualmente confesó que en medio de sus problemas mentales fue seducida por el “cambio de género” constantemente promocionado en foros de internet, medios de comunicación y redes sociales.
El caso de Susana Domínguez no es el único en el que la intervención médica ideologizada y ajena a seguimientos psicológicos serios para personas que sufren –o se autodiagnostican– disforia de género, ha generado graves consecuencias. En el Reino Unido, Keira Bell, una mujer que transicionó a un hombre cuando tenía 16 años, consiguió una indemnización y cambios legislativos luego de haber sido sometida a un tratamiento de cambio de género del cual se arrepintió años después. La clínica que llevó a cabo las intervenciones quirúrgicas también tuvo que cerrar sus instalaciones. “Cambiar de sexo a los 16 años es una receta para el desastre”, declaró esta joven.
De hecho, después de que la justicia Británica tuviera que proteger a los menores de tratamientos hormonales después de la victoria de Keira Bell en los tribunales, Suecia se replanteó su pasado como pionero de cambios de género y anunció hace tan solo tres meses, la suspensión de tratamientos hormonales para niños y adolescentes y la imposición de medidas para restringir de forma severa la práctica de mastectomías en menores de edad. En este país, en donde crece la preocupación por personas transgénero arrepentidas, entre 2008 y 2018 el número total de diagnósticos de disforia de género entre niñas aumentó en un 1.500%
Aumentan los casos de trans arrepentidos
Desde el año 2019 el concepto de la ‘detransición’ salió a la luz pública, cuando los testimonios de personas que lamentaban haber modificado su cuerpo para que este coincidiera con su percepción de identidad de género empezaron a aumentar. Para ese entonces, la “tendencia” creciente fue informada por diferentes medios, aunque el impulso de la agenda trans bajo la sombrilla del ‘lobby’ LGBTIQ+ por momentos pareciera estar ganando pulso en Occidente.
Sin embargo, en la actualidad el tema no sólo sigue vigente sino que se ha venido fortaleciendo y conformando en todo un movimiento que pretende denunciar, alertar e informar sobre las graves y, en muchos casos, irreversibles consecuencias de las famosas “transiciones de sexo” para personas que sufren de disforia de género.
«Se está volviendo muy claro que la cirugía que llaman cambio de sexo o reasignación de género no es un cambio de sexo o de género, sino un medio para vivir una mascarada a través de la destrucción de órganos sexuales perfectamente buenos. La cirugía no soluciona nada, solo oculta y exacerba problemas psicológicos más profundos», le dijo al medio CBN News Walt Heyer, autor del libro Trans Life Survivors (Sobrevivientes de la vida trans), en donde advierte sobre el número progresivo de personas que se refieren a su cirugía de cambio de sexo y tratamientos de hormonas como «el mayor error de sus vidas».
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Walt se ha convertido en una de las caras más visibles de este movimiento, pues su testimonio no es ajeno a la controversia que está denunciando. Este hombre soportó una lucha de por vida con la confusión de género que lo llevó a someterse a una operación de cambio de sexo y a vivir como una mujer durante casi una década. Luego descubrió que sufría de trastorno de identidad disociativo resultado de un trauma de la primera infancia y que «la cirugía no había solucionado nada».
Walt Heyer también creó una página web (www.sexchangeregret.com) en donde señala que alrededor del 20% de transexuales en Estados Unidos deciden abrazar su sexo biológico después de haber transicionado, y el número sigue creciendo. Otras estadísticas publicadas hace tan solo un mes por el Departamento de Psiquiatría de la Universidad Case Western Reserve en Cleveland (Ohio) EE. UU., apuntan a que entre el 10% y el 30% de las personas que inician su transición, la suspenden a los pocos años.
Este aumento de casos también lo soporta el reconocido psiquiatra Celso Arango, jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y del Adolescente del Hospital Gregorio Marañón en Madrid. De acuerdo con este médico, desde su experiencia clínica la proporción de adolescentes que afirman ser ‘trans’ por algún tiempo pero que realmente no lo son, es de 100 a 1.
Narrativa trans, ¿un engaño?
‘Sandrita’ es el nombre por el que se hace llamar un hombre gay en Barcelona que se sometió a hormonas desde que tenía 18 años y realizó una transición a mujer de la que se arrepiente.» Ahora pienso que nadie me hizo reflexionar nada. Los psicólogos y psiquiatras con los que hablé compraron enseguida que yo era una mujer. En ese momento se estilaba decir ‘soy una mujer atrapada en un cuerpo de hombre’. Ahora se dice ‘tengo identidad de género o sentimiento de mujer’. Es mentira. No hay ningún sentimiento de mujer. Eso no es científico ni lógico. Se nace mujer y punto«, expresó este hombre a la revista El Español.
Este hombre cuenta que, pese a extraerse sus genitales masculinos y realizarse una vaginoplastia, la cirugía no resultó exitosa del todo. Se tuvo que operar posteriormente por problemas en la uretra, perdió mucha sangre y se le caía el pelo. “Seguía odiando mi cuerpo…Ahí empecé a ver la luz y a darme cuenta de la mentira de la transexualidad. Pensé que me habían engañado. Pensé: si me he puesto en manos de unos médicos que me iban a solucionar un problema, ¿por qué tengo más problemas que antes de transicionar?”, agregó.
Si bien varios países europeos reconocen deficiencias en la evidencia que respalda el enfoque altamente medicalizado de la famosa terapia de «afirmación de género» (hormonas, bloqueadores de pubertad y cirugías de reasignación) para tratar a personas con disforia de género, en América del Norte la narrativa transgénero asegura que la atención afirmativa de género ha sido “científicamente probada”.
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No obstante, en abril de 2023 médicos del Departamento de Psiquiatría de la Universidad Case Western Reserve en Cleveland (Ohio) EE. UU., publicaron una investigación en la revista Current Sexual Health Reports titulado “Inquietudes actuales sobre la terapia de afirmación de género en adolescentes”, en donde afirmaron que la justificación de dicha narrativa se basa en varios supuestos ‘clave’ que han sido “tergiversados como hechos probados”.
Es decir, la narrativa trans que promueve la mutilación de órganos reproductivos sanos y la modificación corporal medicada como la «única y mejor» solución al trastorno de la disforia de género, ha sido construida sobre suposiciones que no han sido probadas científicamente, pero que se presentan como ciertas.
Para los psiquiatras norteamericanos que lideraron la investigación en mención, la más fundamental de estas suposiciones tergiversadas es que la identidad transgénero de un adolescente, una vez expresada, es «permanente»; que «causará sufrimiento de por vida si no se ofrecen intervenciones médicas»; y que las intervenciones de “afirmación de género” son “seguras y efectivas” para mejorar los resultados psicológicos a corto y largo plazo. “Las tres premisas son profundamente defectuosas”, aseguran los médicos psiquiatras.
Sin embargo, de acuerdo con estos médicos, también existen otros supuestos no probados y refutados que este discurso utiliza para engañar a médicos, padres de familia y pacientes, “con el fin de concluir que cumplir con los objetivos de la modificación corporal deseados por un individuo joven con disforia de género, brinda la única oportunidad de una vida plena, exitosa y feliz”.
“Han posicionado las intervenciones médicas invasivas para niños y adolescentes como un derecho civil, más que como intervenciones médicas”, indican desde el Departamento de Psiquiatría de la Universidad Case Western Reserve.
Diagnósticos de fondo, más allá de ideologías
Según la Asociación Americana de Psiquiatría, el término ‘transgénero’ se refiere a una persona cuya percepcion de identidad de género (es decir, cómo se siente psicológicamente) no se alinea con la realidad de su sexo biológico. Ese término fue sustituido posteriormente por el de «disforia de género» (DG), refiriéndose a la condición en la que una persona manifiesta dicha incongruencia.
De acuerdo con algunos psiquiatras como el médico Mikael Landen, entrevistado por AFP, el perfil de las personas diagnosticadas con disforia de género suele ser complejo y podria combinar otros desórdenes como déficit de atención, problemas alimentarios o autismo. Así le sucedió a un hombre de 36 años llamado Mikael Kruse, quien le dijo a esta agencia de noticias que lo que él creía era una disforia de género que lo llevó a la transexualidad en la juventud, acabó siendo un “trastorno del espectro autista, sumado a un déficit de atención”.
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Diferentes estudios psiquiátricos muestran que la disforia de género a menudo coexiste con otras condiciones mentales como el trastorno bipolar, la depresión y los trastornos obsesivo-compulsivos. En Rusia, cientificos encontraron que solo el 13% de quienes solicitan cambios de sexo no tienen enfermedades mentales asociadas. En el 87% restante, la transexualidad se mezcla con otros diagnósticos como trastornos de personalidad, trastorno del espectro esquizofrénico, trastorno del espectro autista, ansiedad e inestabilidad emocional, entre otros.
De acuerdo con este estudio, publicado por el Centro Psicoendocrinológico de Moscú, las versiones recientes de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-10) apuntan a que los trastornos mentales y los trastornos de identidad sexual pueden actuar como condiciones y consecuencias, ocupando un lugar u otro.
En palabras más sencillas, es posible que los trastornos mentales presentes en personas con disforia de género puedan ser causantes de su trastorno de identidad, y viceversa.
Esto nos deja, entonces, la más importante pregunta: ¿Cómo saber cuál es el tratamiento correcto para quienes padecen de disforia de género? Testimonios de personas transexuales que se han arrepentido de su transición aseguran que la terapia cognitiva o la terapia exploratoria de género son caminos que, en muchos casos, podrían aliviar la disforia de género sin necesidad de cirugías invasivas y tratamientos hormonales.
Como mínimo, aseguran estas personas, los pacientes con trastornos de identidad sexual o de género, merecen un correcto diagnóstico médico lejos de presiones ideológicas, que se pueda centrar primero en la causa antes de determinar la cura.
Y esto ya lo están entendiendo países como Finlandia, Suecia e Inglaterra, cuyas autoridades de salud pública han concluido que la relación riesgo/beneficio de la transición de género juvenil varía de desconocida a desfavorable. “Como resultado, ha habido un cambio de ‘atención afirmativa de género’ que antes priorizaba el acceso a las intervenciones médicas, a un enfoque más conservador que aborda las comorbilidades psiquiátricas y explora psicoterapéuticamente las causas del desarrollo de la identidad trans”, dicen los psiquiatras de Case Western Reserve.
¿Moda trans?
En contraste a los cambios drásticos que están realizando países europeos alrededor de la falta de seguridad, la ineficacia y las serias consecuencias a largo plazo de la «atención de afirmación de género», en América del Norte y América del Sur el debate está surgiendo recientemente. Hay un espectro de la población que, incluso, intenta explicar el fenómeno actual de los trastornos de identidad y los aumentos de personas cada vez más jóvenes que se identifican como transgénero, como una “moda”.
La periodista Abigail Shrier en su libro «Daño irreversible: la locura transgénero seduciendo a nuestras hijas”, censurado por Amazon, argumenta que el aumento en el número de adolescentes que buscan tratamiento médico para la disforia de género puede estar relacionado con una moda o tendencia social que se alimenta de una crisis de depresión y dismorfia corporal en las adolescentes púberes.
Así le sucedió a Amelia Guerrero, otra chica trans arrepentida, quien cuenta que a los 13 años sentía que ella no era lo que «la sociedad esperaba que fuera»: una mujer femenina. Como consecuencia, Amelia encontró una comunidad en internet que la introdujo al mundo trans y de la que constantemente recibía comentarios que le indicaban que su verdadero problema era que “era un chico en el cuerpo de una mujer».
Amelia confiesa que lo peor que pudo hacer fue acercarse a la internet en medio de su confusión. Después de estar muy cerca de transicionar por completo a hombre, esta joven se lanzó en contra de la hormonación temprana y las cirugías de reasignación. Se llevó la gran sorpresa de caer en un círculo de rechazo por parte de la comunidad LGBT, que la tachó de «transfóbica».
Moda o no, la realidad de quienes han sufrido de disforia de género y han transicionado medicamente para luego encontrarse con resultados desastrosos, es que hoy se están levantando con fuerza para contarle al mundo lo que el ‘lobby’ transgénero no quiere que se ventile. Muchos de ellos han llegado mucho más lejos y están reclamando reparación a través de demandas a hospitales y médicos por intervenirlos quirúrgicamente cuando eran menores de edad, como le pasó a Chloe Cole, una joven en California que fue sometida a una mastectomía doble y una terapia de reemplazo hormonal cuando tenía solo 12 años.
«Fui dañada emocional y físicamente y atrofiada por los llamados profesionales médicos en mi período de desarrollo más importante. Fui masacrada por una institución en la que confiamos más que cualquier otra cosa en nuestras vidas», dijo Cole en un comunicado de prensa el año pasado.
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Los daños y mentiras
Como Chloe Cole hay cientos. Lo que une a los trans arrepentidos es la sensación de engaño con respecto a los graves efectos secundarios de la promoción desenfrenada de hormonas para “afirmar el género”, impulsada por la agenda progresista a todo dar: cambios en la piel, aumento o disminución del apetito sexual, cambios en la distribución de la grasa corporal, cambios en el ciclo menstrual y en la función reproductiva, cambios emocionales, cambios en el estado de ánimo y niveles de energía y depresiones fuertes.
De acuerdo con Middlesex Health, un hospital estadounidense, otras complicaciones de dichas terapias incluyen coágulos sanguíneos en una vena profunda o en los pulmones, problemas cardíacos, desbalance de grasas en la sangre, infertilidad, diabetes y accidentes cerebrovasculares. Cuando un menor de edad está en la etapa de descubrimiento conocida como «disforia de género de inicio rápido» (ROGD), las complicaciones son aún peores. “Alrededor del 45% de estos jóvenes presentan autolesiones, ideación suicida y trastornos del comportamiento alimentario”, según Antonio Becerra Fernández, doctor español, autor de una investigación sobre transición y ‘detransición’ publicada en 2020.
Las consecuencias de las intervenciones quirúrgicas tienen el agravante de que tienen potencial mayor para producir cambios corporales irreversibles. Expertos convergen esta tragedia como una válida explicación al preocupante aumento de tasas de tendencias suicidas dentro de la población transgénero que se ha sometido a terapias de reasignación. En países como España, el riesgo de suicidio en jovenes transgénero se ha multiplicado por 8. En Canadá, un estudio reciente concluyó que el riesgo de ideaciones suicidas es cinco veces mayor en adolescentes que no se sienten identificados con su sexo biológico, y el intento de suicidio es hasta 7,6 veces mayor.
Las personas que han sido heridas, mutiladas, y pisoteadas en su vulnerabilidad hoy están compartiendo sus historias y sentando precedentes para que la cara real y artificiosa de la agenda ideológica de género global quede al descubierto. Es momento de que no solo los ‘detransicionistas’ sino todos como sociedad, empecemos a exigir tratamientos médicos serios y responsables que aborden primero las causas fundamentales de la disforia de género, en lugar de estar experimentando con vidas humanas sin tener que dar cuenta de nada.