Ética vegana: ¿Sostenible y libre de muerte animal?
Dos preguntas más quedan por resolver: ¿Existe algún sistema comercial de comida que no impacte a los animales? ¿Alimentamos a más personas si dejamos de comer carne?
Ilustración: Juan Ruiz @Jucaruiz
Esta es la segunda entrega de ‘Las cuatro razones para dudar del movimiento vegano’. Para conocer los efectos en la salud y las repercusiones medioambientales del veganismo, te invitamos a leer el artículo anterior AQUI.
Otra de las patas de la silla en la que se sientan los veganos es el tema de la sostenibilidad. De acuerdo con este movimiento, una alimentación a base de plantas podría sustentar a mucha más población. Esta no es una posición reciente, ni un deseo que en sí tenga repercusiones negativas. El problema es cuando se enfrenta con la realidad. ¿Es el veganismo la solución para mitigar el hambre en el mundo? ¿Qué debemos comer para tener mejores patrones de alimentación y que estos, a su vez, distribuyan los alimentos de manera más equitativa?
En la investigación «Capacidad de carga de las tierras agrícolas de EE. UU.: Diez escenarios dietéticos», Científicos de la Universidad de California encontraron que una dieta a base de plantas no alimenta a más personas, al menos en el caso estadounidense. Suprimir por completo los productos animales, de acuerdo con estos expertos, no es la mejor manera de maximizar el uso sostenible de la tierra.
“Las cinco dietas que contenían las mayores cantidades de carne, utilizaron toda el área disponible. Las cinco dietas que contenían la menor cantidad de carne (o ninguna carne) utilizaron el área máxima permitida de tierras de cultivo y variaron ampliamente en el uso de las tierras agrícolas restantes”, revelaron en su estudio, publicado en 2016.
(Te puede interesar: ¿Y si hablamos de violencia doméstica en hogares LGBTQ?)
Estos investigadores compararon diferentes tipos de dietas, y encontraron que la producción potencial de alimentos es menor en un escenario en el que el mundo se sostuviera a partir de dietas veganas, en razón del desperdicio de tierra disponible que está presente en sus cultivos.
Debido a que los cultivos agrícolas no utilizan toda la tierra disponible, muchas de esas áreas en las que no se puede plantar podrían utilizarse para que animales pasten libremente y así convertir la hierba en proteína animal, para alimentar a más personas. La utopía de sostener a las personas a punta de vegetales, granos, legumbres y demás es un sueño que, de hacerse realidad, podría afectar seriamente la seguridad alimentaria que el mundo necesita para su sostenimiento.
Otra investigación de la misma universidad aseguró que la producción actual de cultivos “es suficiente para proporcionar alimentos a la población mundial proyectada de 9.700 millones de personas en 2050”, contrario al alarmismo de la sobrepoblación planetaria y su relación con un cambio de dieta estricto como el vegano.
¿Para pobres y ricos?
Falta la cereza del pastel: los productos veganos suelen ser mucho más costosos que la proteína animal y sus derivados. Una publicación de la World Wide Fund for Nature (WWF), en Alemania, mostró que durante la temporada de barbacoas en 2021, un kilogramo de carne de cerdo o salchichas a la parrilla tuvo un costo aproximado de seis euros, mientras que un kilogramo de salchicha de tofu y de hamburguesa de soya se ofrecían por 13 euros.
El argumento del movimiento vegano sostiene que los precios altos de este tipo de alimentos se deben a los altos costos de las importaciones de productos como la soya, que según ellos se utiliza mayormente para alimentar ganado. Sin embargo, la Organización de Comida y Agricultura (FAO), de las Naciones Unidas, señala que los granos representan solo el 13% de la alimentación del ganado mundial.
«El 86% de la ingesta animal se compone de materiales que no son de consumo humano. Por otra parte, los derivados de la soja, cuya producción en ocasiones resulta un factor clave en el cambio de usos de suelos, representa un 4% de la ingesta animal a escala global», dice la FAO.
Lo anterior puede ocasionar que las personas se cuestionen si los productos a base de plantas en la sección orgánica del supermercado, las alternativas verdes y los suplementos veganos, son accesibles para que las familias más pobres y vulnerables se logren alimentar, o si son más bien parte de una industria que está sacando cada vez más tajada de un «estilo de vida» adoptado por la farándula, la cultura occidental y la moda, con dudoso impacto real en el sistema alimentario mundial sostenible.
(Te puede interesar: Progresismo: ¿Realidad o engaño?)
“Puede ser que la carne y los productos lácteos, en particular los producidos a partir de pastos, sean de importancia dietética para las personas que no tienen acceso a diversos tipos de alimentos o que están más allá del alcance físico, financiero o cultural de los programas de enriquecimiento o suplementación”, agregan investigadores desde la Universidad de California.
¿Es el veganismo una cuestión de ética y moral?
Quizás el motivo más utilizado y el de mayor peso moral y emocional es el que tiene que ver con el sacrificio de animales para consumo humano, que para los vegetarianos, pero, especialmente, para el movimiento vegano, es un acto impensable. La muerte de animales al comer carne, de acuerdo con ellos, se evita comiendo “plant based”.
¿Existe algún sistema comercial de comida que no impacte a los animales? Esa es la pregunta clave. Para empezar, es importante conocer cómo funcionan los monocultivos en los que se producen los alimentos a base de plantas que ocupan las alacenas y refrigeradores de todos en general, aunque en mayor medida en el caso de los veganos.
Para iniciar el proceso de cosecha de cualquier vegetal, cereal, trigo o granos, primero se tiene que exterminar con maquinaria a todo tipo de animales que vivan en ese ecosistema, como es el caso de insectos y roedores. Después, se aplican químicos a la tierra para asegurar la limpieza de fauna silvestre de estas áreas de cosecha: fungicidas, pesticidas y herbicidas. A partir de ese momento, ya hay luz verde para hacer crecer en masa el monocultivo.
El ciclo continúa dependiendo de qué tipo de cosecha se cultive, y las veces que sea posible resembrar. En el caso particular de la soya, se siembra cada cuatro años y la tierra pierde casi todos sus nutrientes naturales, de los cuales solo se repone alrededor del 30% con fertilizantes.
La relación entre pesticidas y muerte es difícil de ignorar. Cientos de miles de pequeños animales también mueren para que una lechuga pueda llegar a la mesa. Y las repercusiones para el ecosistema van más allá. Al arrasar con esta fauna silvestre, se le quita la comida de la que se alimentan otros animales grandes y pequeños, como pájaros, mamíferos, e insectos. Es decir, los animales que no mueren comprimidos o contaminados por la limpieza inicial del suelo, posiblemente migrarán o morirán de hambre.
(Te puede interesar: Pedófilos maquillados de igualdad y disfrazados de víctimas)
La creación de monocultivos también implica una pérdida de poblaciones de rumiantes autóctonos, como el alce, la burra, el bisonte y, en ciertos casos, animales como los monos. “Los monocultivos arrasan a los habitantes originales para que los invasores puedan hacerse con la tierra. Es una limpieza biológica, un biocidio. No es pacífico. No es sostenible. Y cada pequeña porción de alimento está cargada de muerte. La agricultura es carnívora: lo que come son ecosistemas y los ingiere enteros”, dice la periodista Lierre Keith en su libro El mito vegetariano.
Ambas actividades, (agricultura y ganadería industrial) realizadas de manera intensiva y sin el debido cuidado regenerativo de la tierra, resultan dañinas para los ecosistemas y conllevan consigo cuotas de muerte de fauna y flora.
“El veganismo tradicional podría estar potencialmente implicado en más muertes de animales que una dieta que contiene carne de res de animales criados al aire libre y otras carnes cuidadosamente seleccionadas”, advirtieron los filósofos Bob Fischer y Andy Lamey, de la Universidad Estatal de Texas y la Universidad de California en San Diego, en el periódico Journal of Agricultural and Environmental Ethics.
El argumento de la moralidad y la ética vegana deja más dudas que certezas. Si el punto es minimizar y evitar la muerte de animales, ¿esta variante estaría condicionada al tipo de animales? La muerte de una sola vaca de pasto equivale a mínimo 400-500 kilos de carne, cuya duración puede ser de hasta un año, si se aprovecha cada parte del animal. Mientras tanto, un plato de quinoa o cualquier otra fuente vegetal se traduce, igualmente, en un número considerable de muertes de animales que, al final, alimentan a menos personas, aportando menos nutrientes.
Claudio Bertonatti, uno de los naturalistas más reconocidos de Argentina, escribió en 2015 «La confusión del veganismo», un articulo que generó polémica y del cual la Revista Semana, de Colombia, hizo alusión: «Para las personas que creen que el veganismo es sinónimo de protección a los animales, Claudio argumenta que no es cuestión de señalar a unos más responsables que otros porque “no hay una posición correcta: si comes carne matas animales, y si comes plantas también. Mucha gente que se preocupa por temas ambientales busca los buenos y los malos, y no es así, todo es más complejo”.
Cualquier sistema de alimentación humana causará muertes y, por eso, la misma naturaleza mantiene un sistema orgánico y natural que nutre el ciclo de la vida dentro de la cadena alimenticia. El ser humano no es herbívoro y, desde el inicio de la humanidad, su sistema de nutrición naturalmente requiere un balance rico y variado.
(Te puede interesar: La verdadera revolución: informarse en un mundo desinformado)
Expertos en nutrición aseguran que las dietas a base de plantas tienen un mayor consumo de fibra y fitoquímicos que se asocian con un menor riesgo de enfermedades cardiovasculares, obesidad y diabetes mellitus. Sin embargo, al mismo tiempo señalan que «la proteína animal es una fuente de proteína completa, lo cual significa que tiene los aminoácidos esenciales que necesita el cuerpo para su función metabólica, a diferencia de la proteína vegetal la cual es una fuente incompleta de proteína», de acuerdo con Natalia Alarcón Ariza, médica nutricionista colombiana entrevistada por Desencaje.
Dice Alarcón que los veganos pueden obtener los aminoácidos esenciales en una dieta basada en plantas «siempre y cuando haya variedad y se incluyan: nueces, semillas, granos enteros, vegetales y legumbres». No obstante, esta nutricionista asegura haber tenido casos de anemias leves por inadecuado consumo de alimentos ricos en hierro y vitamina b12, hasta casos más graves como osteoporosis severa asociada a un mal manejo de la dieta vegana.
Cada persona tiene condiciones distintas para someterse a ciertos tipos de alimentación. Lo que le funciona a unos no necesariamente le funciona a todos, y ahí esta la clave para practicar un balance entre la variedad de alimentos que necesita cada organismo versus lo que mueve emociones de manera desproporcionada. «Todos los cuerpos son diferentes, por esta razón la alimentación varía en cada persona según sus necesidades y su entorno», explica esta médica.
Mano de obra infantil en la agroindustria
También es válido mencionar que la agroindustria también ha estado en la mira de organizaciones de Derechos Humanos que han manifestado denuncias sobre mano de obra infantil en países como Indonesia, en donde se estima que más de 1,5 millones de niños de entre 10 y 17 años trabajan en el sector agrícola.
De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (ILO por sus siglas en inglés), el trabajo en la agricultura implica la exposición a muchos peligros, incluidas temperaturas extremas, pesticidas y polvo orgánico. A menudo también requiere trabajar muchas horas, así como el uso de maquinaria y herramientas pesadas y peligrosas que violan las normas de seguridad y salud en el trabajo (SST).
“La mala calidad y disponibilidad de las escuelas, junto con la baja consideración general por la educación en las zonas rurales, contribuye a una oferta constante de niños trabajadores en las plantaciones. Las investigaciones realizadas hasta la fecha informan que en Indonesia se encuentran niños trabajando en plantaciones de aceite de palma, tabaco y caucho”, exponen desde ILO.
Como cualquier otro tipo de ideología, el veganismo tiene un gran problema: está movido por emociones, ideas y creencias que pretenden acomodar la realidad, matizar la información científica que lo cuestiona y censurar a quienes, a través de la experiencia, han encontrado falacias en su sistema de pensamiento.
No se trata de buenos y malos, o de “asesinos” versus “héroes” del planeta tierra y de los animales. El mundo ideal no existe, pero sí la sensatez y la capacidad de utilizar esos valores que llevan a una persona a entregarse a una ideología como el veganismo, para aportar al mejoramiento de industrias que, sin importar la orilla en donde estén, afectan la biodiversidad que nos sostiene.
“Puedes darte cuenta de cuando una ideología anula la realidad física porque la gente es capaz de hacer cosas terribles por un supuesto bien común. Algunos de ellos son fanáticos, y aunque ven con sus propios ojos cómo se deteriora su salud y la de sus hijos, siempre anteponen su ideología”, dijo Lierre Keith, autora del libro El mito vegetariano.