Aborto: ¿El gran negocio de acabar con la vida?
Sus ganancias consolidan una industria multimillonaria detrás del discurso de servir a comunidades de bajos recursos y defender los derechos femeninos.
Ilustración: Juan Ruiz @Jucaruiz
La muerte siempre ha sido un negocio, pero la muerte dentro del vientre materno es el ‘negociazo’ de las últimas décadas. Es rentable, costosa y prometedora. Lo que empezó como una estrategia para controlar el crecimiento de la población mundial por parte de países poderosos, terminó siendo un diamante en bruto que se ha sabido pulir. Recibe grandes inyecciones estatales, se nutre con jugosas inversiones de dinero privado, financia movimientos feministas y se mete dentro de la rama judicial de países que no aprueban su práctica democráticamente: el aborto es una industria poderosa que hoy mueve miles de millones de dólares. Aborto: ¿El gran negocio de acabar con la vida?
Diariamente, en los Estados Unidos mueren por aborto 3.070 bebés por nacer. Un aborto dentro de las primeras 20 semanas de gestación puede costar entre 600 y 1,500 dólares, lo que equivale a casi dos millones de dólares facturados cada 24 horas, como mínimo, por la Federación Internacional de Planificación Familiar o Planned Parenthood International Federation (IPPF), conocida actualmente como la red de clínicas abortistas más grande del mundo.
Tan exitoso es el negocio que, para 2020, la IPPF, según su más reciente reporte de desempeño, ya disponía de más de 49 mil puntos de prestación de servicios de los cuales 31 mil son operados por Miembros Asociados; como Profamilia en Colombia y Argentina, MexFam en México, la Asociación para la Planificación de la Familia en Portugal, y así, con más de 130 Asociaciones ubicadas en el hemisferio occidental, la Red Europea, el Este y Sudeste Asiático, Oceanía, Asia del Sur, África y el mundo Árabe.
La gratuidad que proclaman los grandes movimientos abortistas para impulsar las causas de su agenda, no es más que una cortina de humo que pretende ocultar la mina de oro que se encuentra detrás de esta industria. El hecho de que una mujer no pague directamente por su aborto, no elimina el cobro del mismo. Llámese Estado, seguros médicos privados o bolsillo propio, estas clínicas reciben grandes cantidades de dinero por un aborto, aún más si aumenta la edad gestacional del bebé por nacer.
Un aborto dentro de las primeras 20 semanas de embarazo puede costar entre $600 y $1,500 lo que equivale a casi dos millones de dólares facturados cada 24 horas por Planned Parenthood
Sin embargo, los datos difieren según el país en donde se realice el procedimiento. La mayoría de mujeres en Estados Unidos, por ejemplo, se ven obligadas a pagar por sus abortos. Según estudios referidos por los mismos reportes de la IPPF, en 2008, “solo el 20 % de los abortos fueron pagados por Medicaid (seguro público) y otro 12 % se facturó directamente al seguro privado. El 36% de las mujeres que abortaron en el segundo trimestre informaron que necesitaban tiempo para recaudar dinero para abortar”.
En países latinoamericanos, en donde la mayoría de personas están cobijadas por un sistema general de salud garantizado por el Estado y la cobertura de servicios, si no es total es bastante amplia, la mujer paga muy poco o seguramente “nada” por acceder a un aborto. No obstante, esto no significa que estas clínicas dejen de facturar por el procedimiento, porque de hecho lo hacen, y a un muy alto precio.
Negocio redondo
Para evaluar los costos y las ganancias de un aborto hay que entender primero cómo se realiza. Dependiendo del tiempo de gestación, los bebés no nacidos pueden ser succionados del útero de su madre por un tubo (aspiración), muertos de hambre con una pastilla (Misoprostol), sacados con pinzas de metal (evacuación) o envenenados con una inyección letal (inducción). Cada una de estas opciones necesita medicamentos, personal médico, instrumentos quirúrgicos, un establecimiento acondicionado, en muchos de los casos anestesia (solo para la madre) y antibióticos prescritos, entre otros gastos.
Haga usted la matemática inicial. Cifras de la Organización Pregnancy Help en Nueva York (PHI) dan cuenta de los precios aproximados de los diferentes tipos de abortos. Si una mujer desea abortar en el primer trimestre, puede hacerlo con medicamentos y le cobran entre 695 y 770 dólares o “aspiración al vacío”, que puede costar hasta 1,500 dólares. Los abortos en el segundo y tercer trimestre se ofrecen por “dilatación y evacuación” o por “inducción del parto”, y pueden llegar a ser facturados por 2,810 dólares, incluso más… “Tenga en cuenta que cuanto más avanzado esté su embarazo, más costará el procedimiento”, explica la PHI.
Por supuesto, estos valores no incluyen impuestos y tampoco lo que implican los “cuidados post-aborto”, especialmente para casos complicados, cuyo costo puede llegar a ser una carga económica significativa, por dar lugar a estancias hospitalarias prolongadas.
Así lo revela un informe del Centro Nacional de Biotecnología del gobierno americano, que incluso llama a reconocer el aborto y sus cuidados posteriores como una “enfermedad onerosa”, es decir, que demanda un gran gasto. “Los costos totales medios por paciente con aborto o atención posterior al aborto oscilaron entre 23 y 564 dólares. Los costos anuales para 2020 oscilaron entre 189 mil y 134 millones de dólares”.
Los abortos en el segundo y tercer trimestre pueden llegar a ser facturados por 2,810 dólares, incluso más…
El aborto no solo es el producto estrella dePlanned Parenthood, sino que ha sido declarado incluso como su “misión principal”. Así lo admitió en 2019 la expresidente de esta Federación, la Dra. Leana Wen, cuando un artículo de Buzzfeed quiso dar a entender que la IPPF se centraba en atención médica no abortiva. “Nuestra misión principal es proporcionar, proteger y ampliar el acceso al aborto y la atención de la salud reproductiva”, dijo Wen en su cuenta de Twitter.
Esta red de clínicas y sus aliados no ganarían millones de dólares gracias al discurso de servir a comunidades de bajos recursos o defender los derechos femeninos, sino a partir de abortos lucrativos.
“Su estrategia de marketing es desarrollada como se trata cualquier producto en el mercado. Antes de establecer el aborto, se crea la necesidad para imponer su servicio: mortalidad materna, problema de salud pública, libertad femenina. Después se trata con la sociedad, el Estado y los medios de comunicación”, dijo la argentina Guadalupe Batallán, del Observatorio de la Dignidad, en una conferencia de prensa en Ecuador a finales de 2021.
Cifras infladas para expandir la industria
El negocio del aborto legal es beneficioso. El aumento de nuevas clínicas y sucursales, los altos costos del mismo y la alta demanda que garantiza la práctica, lo demuestra.
“En China, después de los primeros cinco años de su legalización, se realizaban 3.900 por año. A los 20 años, la cifra subió a 11 millones y medio. En el Reino Unido se efectuaban 25 mil abortos después de cinco años de que el aborto fuera legal y, a los 20 años, ya eran 170 mil. En Uruguay, en el primer año de legalidad se hacían alrededor de siete mil abortos, a los dos años ya eran diez mil. Estos son datos oficiales de entidades estatales”, añadió Batallán.
Esto pareciera no tratarse de la exorbitante cantidad de mujeres que afirman los movimientos feministas fallecen en la clandestinidad porque, además de que las cifras han sido infladas, las muertes maternas por aborto siguen sucediendo incluso en medio de la legalidad. Esta industria genera cuantiosas ganancias a costa de muertes de bebés por nacer y mujeres culturalmente presionadas, socialmente confundidas y mentalmente vulnerables.
Kathi Aultman, ginecóloga y exdirectora de Planned Parenthood, explica el engaño que se ha extendido desde hace más de 40 años. “La creencia de que decenas de cientos de mujeres estaban muriendo a causa de abortos ilegales fue una mentira propagada principalmente por Larry Lader y Bernard Nathanson, fundadores de Abortion Rights Action League (NARL).
Eventualmente, Nathanson lo admitió en una conferencia en 1979 según dijo Aultman a la Organización Live Action: “Cuando hablábamos de muertes por abortos clandestinos siempre eran de cinco mil a diez mil por año. Confieso que sabía que las cifras eran totalmente falsas”, afirmó el cofundador de NARL en la conferencia mencionada por esta médica.
El negocio del aborto legal es beneficioso. El aumento de nuevas clínicas y sucursales, los altos costos del mismo y la alta demanda que garantiza la práctica, lo demuestra.
Una vez más vayamos a la estadística. El Centro de Control de Enfermedades del gobierno norteamericano (CDC) reveló cifras que indican que para el 2018 una sola muerte materna fue causada por aborto quirúrgico y no hubo ninguna muerte por aborto médico. En Argentina, de 257 mujeres embarazadas que fallecieron en 2018, un total de 35 están directamente relacionadas con abortos, según el Instituto Nacional de Estadistica y Censos. Además, El Instituto Nacional de Salud colombiano registró para 2020 siete mujeres que murieron por aborto, lo que representa el 1.7 % del total de muertes maternas tempranas.
Cuando se dan cifras de muertes maternas se deben discriminar por aborto. Podríamos mirar el ranking global y encontraríamos que las principales causas de fallecimientos de mujeres embarazadas están inclinadas a complicaciones como hemorragias obstétricas, trastornos hipertensos, infecciones y, en los últimos dos años, a neumonías por COVID 19; menos del 8% de muertes maternas en el mundo son por aborto.
¿Y qué pasa, entonces, con las mujeres que mueren por abortos clandestinos? A pesar de que la misma Organización Mundial de la Salud (OMS) ha admitido la gran “dificultad de determinar el número real de muertes por aborto inseguro”, el detalle está en que, en general, las muertes maternas por abortos ilegales terminan en registros públicos, por tratarse de casos que se denuncian en el intento de salvar la vida de la mujer o que simplemente se investigan como cualquier otro delito.
“A diferencia de un crimen en el que la víctima puede tener interés en reportar, nadie denuncia un aborto, salvo en casos excepcionales como la muerte de la mujer sometida a la operación. Uno de los métodos para hacer estas estimaciones se basa en los abortos clandestinos que, por complicaciones, llegan al sistema de salud”, revela Mauricio Rubio, docente investigador de la Universidad Externado de Colombia, en el artículo indexado El mito de los 400 mil abortos en Colombia.
Legalizar el aborto no lo hace seguro. La ciencia misma ha revelado serias complicaciones físicas y emocionales, producto del mismo: riesgo de suicidio, depresión, infertilidad, hemorragias mayores, úteros perforados, infecciones serias e incluso la misma muerte. En cambio, legalizarlo sí asegura el mercado de una industria que manipula y utiliza a la mujer para su propio beneficio. Tonya Reaves y Cree Erwin son dos mujeres que recientemente fallecieron a causa de abortos legales en Planned Parenthood. María del Valle González, activista proaborto de 23 años, murió el año pasado en Argentina luego de practicarse un aborto legal con
medicamentos.
Píldora abortiva, la cereza del pastel
Pero estas no son las únicas cifras que la industria manipula para engordar sus tentáculos. Actualmente, la píldora química es tendencia dentro de los métodos abortivos: popular, aparentemente inofensiva y las clínicas la venden hasta seis veces más costosa de lo que la adquieren.
Datos recientes de un análisis del Instituto Guttmacher, conocido aliado de la IPPF, señalan que en Estados Unidos las píldoras abortivas constituidas por Mifepristona (nombre de marca Mifeprex) y Misoprostol, representaron el 54% de los abortos en 2020, convirtiéndose en el método más utilizado por las mujeres americanas a la fecha. Además, en medio de una pandemia mundial, fue la fórmula perfecta para aumentar su uso.
Mifeprex cuesta a los proveedores entre 80 y 100 dólares, e incluso menos, si se adquiere la versión genérica, que vale 50 dólares. El Misoprostol, por su parte, tiene un costo estimado de 10 dólares. Estas son cifras de la Universidad de California en San Francisco (UCSF), que también revela que seguros médicos públicos y proveedores vinculados a la Federación Nacional del Aborto (NAF) obtienen descuentos y llegan a adquirir el Misoprostol por tan solo un dólar. Dato curioso: únicamente hay cuatro países proveedores miembros de la NAF y son Estados Unidos, México, Canadá y Colombia, este último a través de la fundación Oriéntame.
¿Sabe usted cuánto cobra Planned Parenthood por la combinación de estas píldoras que inducen un aborto? Entre 400 a 600 dólares según revelan sus mismos exempleados. De los mil 120 millones de abortos reportados por la IPPF para 2020, el 75% fueron abortos por medicamentos. Esto quiere decir que, exclusivamente a través de la venta de pastillas abortivas, esta red de clínicas recaudó para ese año entre 260 y 400 millones de dólares. Pero no solo es la píldora, también se cobra por las visitas médicas pre y post-aborto, así como por los análisis de laboratorio.
El negocio no para. Las clínicas abortistas no son las únicas que sacan tajada, sino también los laboratorios y los proveedores. En los casos de las mujeres que deciden autogestionar su aborto, ordenando las pastillas en línea, por ejemplo, el costo promedio es de 205 dólares. Aún este precio sigue siendo más del doble de lo que realmente cuesta.
“Aunque Danco Laboratories no hace público el costo de Mifeprex, los proveedores informan que les cuesta alrededor de 90 dólares por pastilla. GenBioPro, el fabricante del medicamento genérico Mifepristona, tampoco informa el costo de su píldora”, se lee en un estudio de Kaiser Family Foundation.
Esta es una investigación de dos partes publicada por Desencaje sobre el multimillonario negocio detrás del aborto en el mundo. Si desea leer la segunda parte, haga click aquí.